Vamos a hablar sobre la evolución humana, ya que, si queremos conocernos y comprender cómo funcionamos para conectar con el poder que tenemos sobre nosotros mismos, es importante hacernos conscientes de que estamos completamente inmersos en un proceso evolutivo.
La evolución de la consciencia
Desde que tenemos conocimiento, vivimos en un universo cambiante. Todo nace, crece, se reproduce, se transforma, muere, evoluciona, pero nunca nada está quieto. Y siempre hay una consciencia siendo testigo de todo esto: desde afuera y desde adentro, a nivel psíquico y emocional. Somos los procesadores de lo que percibimos en la realidad.
Somos parte de ese eterno movimiento. Somos seres en evolución, procesadores de experiencias que vamos transformándonos según cómo gestionamos la energía que nos atraviesa a través del sentir. Y la manera en la que procesamos y nos relacionamos con esa energía termina por moldear nuestra forma de ver el mundo.
Entonces, el proceso evolutivo que atravesamos no se refiere simplemente a la idea de que venimos del mono. Ese concepto es un símbolo que representa la toma de consciencia sobre nosotros mismos: pasar de actuar inconscientemente desde nuestra parte reptil del cerebro a comenzar a movernos desde el lóbulo frontal, desde la consciencia. Comenzamos viviendo desde el instinto, pero podemos adquirir consciencia y poder sobre nosotros mismos. Cuanto más nos conocemos y comprendemos cómo funcionamos, más capacidad tenemos para relacionarnos mejor con la energía que nos atraviesa.
Durante mucho tiempo hemos creído que ya alcanzamos nuestro punto más avanzado como especie, pero en realidad solo hemos desarrollado una parte de lo que somos como consciencia en evolución: nuestra mente.
Gracias a el conocimiento que empezamos a guardar en ella comenzamos a perfeccionar nuestras habilidades; nuestro cerebro se ha vuelto cada vez más complejo y difícil de descifrar. Podría decirse que lo que hemos experimentado hasta ahora es una evolución cognitiva enfocada en lo externo, un gran conocimiento sobre el mundo que nos rodea.
Ese conocimiento ha crecido tanto que incluso hemos replicado nuestra inteligencia. Pasamos por la revolución industrial, y con ella cambió nuestra forma de ver el mundo. Luego llegó la revolución tecnológica, y nuevamente cambiamos nuestra forma de vivir y relacionarnos con la realidad. Todo ha cambiado, pero creemos que ese cambio solo ocurre afuera, como si nosotros permaneciéramos iguales.
Sin embargo, si vivimos en un universo donde la constante es el cambio, y formamos parte de ese universo y esa realidad en transformación, lo más lógico es que ese cambio también nos involucre a nosotros.
Primero, nos adaptamos al mundo. Después, adaptamos el mundo a nosotros. Y ahora que todo parece haberse salido de control, ¿hacia dónde vamos?
Con la llegada de internet y la tecnología, pasamos de vivir en una realidad simple a una extremadamente compleja. Ya no solo estamos influenciados por el entorno físico, sino también por una realidad virtual que nos permite conocer lo que sucede en todo el mundo y opinar al respecto.
Y aunque no lo notemos, toda esa información influye en nosotros, tanto como sociedad como a nivel individual. Quizá por eso ahora los seres humanos experimentamos una enorme cantidad de emociones, sensaciones y percepciones que no sabemos cómo manejar.
A lo largo de la historia, como humanidad, hemos construido una forma de funcionar, unos parámetros sobre cómo deben ser las cosas, qué es bueno o malo, qué debe o no debe ser. Y procesamos la realidad con esa información inconsciente.
Hoy, intentamos aplicar ese viejo sistema de interpretación a una realidad completamente nueva y diferente, y eso nos está llevando al sufrimiento. Por más que intentemos que las cosas sean como creemos que deben ser, nada encaja exactamente con nuestras expectativas. Ahí comienza el conflicto.
Criticamos lo que no encaja en nuestros moldes, juzgamos a quienes opinan o actúan distinto, tratamos todo el tiempo de que el mundo sea como no es, de que las personas sean como no son, porque creemos que deberían ser de otra manera.
Caos mental
El caos que se vive a nivel mundial se refleja también en el interior de cada individuo. Por más que nos quejemos, lo que ya es sigue siendo como es. Querer que las cosas o las personas sean distintas a lo que son implica inevitablemente sufrimiento.
Esto es evidente en la creciente cantidad de personas con enfermedades mentales, depresión, ansiedad, ataques de pánico. Se están volviendo parte de la condición humana. No estamos sabiendo procesar la realidad, y la información con la que intentamos organizarla ya no nos sirve.
Podemos ver el mundo tal como es, pero no estamos logrando asimilarlo ni procesarlo como tal cómo es.
Pero entonces este caos mental también forma parte de la evolución humana. A lo largo de la historia, la evolución siempre ha sido precedida por el caos: errores, conflictos, guerras, catástrofes. La evolución humana ahora está ocurriendo en el plano mental y emocional, y lo que vivimos es la evidencia de que nunca se nos enseñó a lidiar con todas las emociones y sensaciones que experimentamos. Lo que da resultado al caos mental y emocional que vivimos.
Nos enseñaron a preocuparnos, a protegernos, a encajar en ciertas formas preestablecidas, pero no a explorar lo que sentimos ni lo que somos, ni a descubrir qué podemos aportar al mundo.
Llevamos en la mente una gran cantidad de creencias que nos gobiernan sin que nos demos cuenta, y muchas de ellas ya no son funcionales. El equilibrio entre lo que sentimos, pensamos y hacemos se está desmoronando. La mente humana está colapsando.
Hoy vivimos con una mentalidad que nos hunde en el conflicto, tanto con los demás como con nosotros mismos.
Evidencias en la historia
La historia universal muestra que antes de cualquier creación o cambio significativo siempre hay caos. El Big Bang, por ejemplo, fue un gran caos que originó el orden del universo. O el parto, que es caos físico y emocional que da vida a una nueva existencia.
Entonces, si aplicamos esa perspectiva, podríamos darnos cuenta de que este momento caótico también encierra una oportunidad: la de ver las cosas desde otro lugar.
Hoy observamos el mundo y decimos que todo está mal: hay violencia, hambre, pobreza, corrupción, contaminación, injusticia, nos pasan cosas difíciles… ¿cómo vivir así?, ¿qué sentido tiene?
Pero pensar así solo genera más sufrimiento. Nos llena de angustia y, además, no soluciona nada. Nada cambia solo porque lo discutamos o lo rechacemos.
Entonces, ¿por qué no abrirnos a la posibilidad de mirar la existencia desde otro lugar? Si todo en la vida evoluciona después del caos, quizás la realidad nos está mostrando algo.
Quizá ahora tenemos la oportunidad de dejar de imponer nuestro sentido individual a la realidad, de ver más allá de nuestras creencias y límites, de soltar la idea de cómo deberían ser las cosas, y permitir que la realidad misma nos muestre su propósito.
El caos que atravesamos puede ser una sacudida para que veamos que nuestra forma de funcionar ya no es útil ni sostenible. Puede ser un llamado urgente a vivir la evolución humana, desde la consciencia.
Una nueva dirección
Hasta ahora hemos estado enfocados solo en el exterior. Siempre intentando cambiar el mundo afuera, sin detenernos a mirar hacia adentro. Tal vez no lo hacíamos porque no habíamos sentido la necesidad… pero hoy sí la sentimos.
Hoy, los pensamientos, emociones y sensaciones —aunque no sean tangibles— también necesitan atención. No sabemos cómo funcionamos. Vivimos en piloto automático.
Pero estamos empezando a darnos cuenta de que no somos máquinas de producción. El caos interno que sentimos nos está permitiendo ver que es tan importante cuidar lo de afuera como lo de adentro.
Es momento de observarnos y hacernos responsables de nosotros mismos, de dejar de culpar al mundo externo por lo que sentimos. Necesitamos entender cómo funcionamos para poder tomar las riendas de nuestra experiencia de vida.
Solo desde el autoconocimiento podemos elegir cómo percibir lo que ya es.
Evolución humana
Ya hemos avanzado mucho afuera, y seguiremos haciéndolo. Ahora necesitamos avanzar hacia adentro: comprender cómo funcionamos para vivir en armonía con lo que hemos creado y con todo lo que existe.
Es tiempo de dejar de intentar cambiar al otro, de dejar de pensar que nuestras quejas, angustias y preocupaciones cambiarán la realidad. Es momento de mirarnos a nosotros mismos, de transformarnos desde dentro.
Somos organismos en evolución, con una capacidad inmensa de adaptación, aceptación y fortaleza interior. Pero debemos descubrirla. Y es por eso que necesitamos atravesar el caos: para encontrarla.
Nadie se hace fuerte en circunstancias fáciles. Sea la vida, el universo o como lo queramos llamar, algo nos está empujando a descubrir nuestra fuerza interior. Podemos usar la dificultad para crecer internamente, en lugar de desperdiciar nuestra energía luchando en contra lo que es.
Si nos damos cuenta de que preocuparnos, angustiarnos, quejarnos y pelear con la realidad no está siendo útil, ¿por qué no probar otra forma de vivir? Una que nos invite a atendernos, hacernos cargo de nosotros mismos, descubrir nuestra fuerza y cultivar nuestra paz interior.
Quizá así, desde el centro de cada uno, logremos un impacto más profundo en la forma como vivimos. Dejar de vivir desde la lucha, y comenzar a vivir desde nuestro poder.
Ahora la evolución debe darse en nuestra mente. En nuestra consciencia. Es momento de ver qué funciona y qué ya no.
Así como todo en el universo cambia y avanza, nuestra perspectiva sobre la vida también puede hacerlo. Ya tenemos la inteligencia necesaria; ahora es tiempo de participar, de forma consciente y activa, en nuestra evolución como especie.
